martes, 12 de febrero de 2013

yo de mayor, quiero ser ....

A veces me pregunto si realmente nos toman por imbéciles o sencillamente creen que somos tontos del culo.
Hay que tener poca, o ninguna vergüenza,  para tratar de engañarnos como a niños de teta intentando por todos los medios limpiar su mierda apelando a una “honradez” que como mínimo huele a podrido.
Cada vez que salen dando explicaciones se les ve el plumero. No improvisan y cuando lo hacen meten la pata hasta la corva, le echan un morro que es para estremecerse y replantearte qué puñetas estás haciendo con tu vida y qué esperas del futuro.
Ser honrado no sale a cuenta, por eso, yo de mayor quiero ser, como mínimo,   tesorero del pp.
Nada de estudiar… ¿una carrera? ¡Para qué!  ¿Cuántos años tendría que currar para ahorrar 20 millones de euros? Una barbaridad, según algunos economistas unos… 950 años…
Tampoco descarto la idea de ser ministra. Al fin y al cabo lo único que tienes que saber es mentir, acusar a la oposición de todos los males del mundo y esperar a fin de mes para cobrar.
Eso sí, exigiría un sueldazo acode con mi capacidad intelectual y mis ansias de poder. No rechazaría ninguna cartera, ya que todas llevan sobresueldos incorporados y además no tributan en hacienda, lo cual quieras que no, da prestigio entre ladrones.
… Diputada… no. Definitivamente y con la que está cayendo en cuatro días reducen el número de miembros de la Cámara y con la suerte que tengo seguro que soy de las primeras que despiden. Además, la palabreja suena tan mal, que no me apetece en absoluto que cuatro descerebrados  anden cambiando el orden de las letras y la cosa acabe o en los tribunales o a tortazo limpio que es como más español.
¿Alcalde?, creo que tampoco. Aunque está bastante claro que por ahí se suele empezar la carrera meteórica hacia el  poder absoluto.
De todas formas… alcalde… ese ser que te tropiezas en el bar tomando caña y tapa… ese al que todo el mundo explica sus problemas… ese al que los parroquianos insultan nada más salir del bareto… ese al que cualquiera puede plantarse en la puerta de su casa y montarle con concierto con ollas y cacerolas… creo que no.
Yo aspiro a más, que digo más, a muchísisisimo más.
Quiero que un día,  nazca de la nada un Jaguar en mi garaje, o que los confetis de mis fiestas sean billetes de quinietos triturados, que mis viajes de vacaciones me los pague cualquier  buen empresario agradecido y que de vez en cuando me sorprenda con un abultado sobre lleno de dinerito… negro… pero dinerito.
Ese sería mi futuro perfecto, esquiar en los Alpes Suizos y aprovechar la coyuntura para abrirme una cuenta bancaria, jugar en bolsa y ganar seis kilos al año, aunque no sepa hacer la o con un canuto y tener la letra de un tendero de provincias.
Quiero que mi marido sea contratado como asesor en una empresa nacional. Tiene estudios primarios, pero visto lo visto, podría llegar a ser presidente de Telefónica por lo menos.
Todo es cuestión de hacerle la pelota a quien ostenta el poder.
O eso, o saber cosillas de mis camaradas y poner en práctica la más rancia esencia del ser humano, el chantaje  “o me das el bocadillo o me chivo a la seño”
Tampoco hay que descartar “o me das lo que te pido o te hundo la vida” o “te muelo a palos”, aunque esto último lo repudiaría, no soy nada violenta, salvo verbalmente, claro.
España era país de pandereta, ahora es conocida mundialmente como la cuna del embutido, ¡aquí nacen  y crecen los mejores chorizos del universo!
Tampoco se nos da nada mal la elaboración de morcillas, porque, de verdad, sólo hay que ojear a los que están sentados en sus poltronas y ver que están amorcillaos perdíos.
Sí que había pan para tanto chorizo,  por eso, y aunque me da la impresión de que se agotan las existencias, no quiero perder la oportunidad de probar que se siente,  cuando mientes, robas, expropias, estafas y te haces manilargo por vocación.
Casi prefería que España fuese conocida como el país de fiesta y pandereta, creo que sería menos doloroso que ahora, que el mundo nos mira como una planta productora de sinvergüenzas.

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